En este contexto, ningún regante habría sido capaz de manera individual de soportar los costes de inversión y mantenimiento necesarios para vehicular el agua suficiente para conseguir una agricultura viable. Ante esta situación, y como bien han explicado Arthur Maas y después Thomas Glick, en sus estudios comparativos de los regadíos tradicionales del oeste norteamericano y el Mediterráneo, los principales rasgos que caracterizan a estos grupos de regantes son: la resolución de conflictos, la participación popular, el control local, el incremento de ingresos, y la justicia y equidad en el reparto de los beneficios. En definitiva, cualquiera de estas comunidades de regantes, ya sea en el pasado como en el presente, se ha encargado de distribuir el agua de la forma más equilibrada posible y que los regantes se responsabilizan de cumplir sus deberes. Todo esto, con el objetivo capital de minimizar y prevenir el conflicto entre sus usuarios en competencia perpetúa por un recurso escaso.
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