La apodonimia debe su razón de ser a factores demográficos, el crecimiento continuo de la población, y a factores sociológicos. La nómina de nombres de pila se fue acortando por las diferentes modas que arrinconaron unos prenombres y pusieran de moda otros y, paulatinamente fue empobreciéndose la posibilidad de tener un nombre individualizado, lo cual motivo el nacimiento, en primer lugar del primer apellido, y ya desde comienzos del siglo XIX, la generalización de un segundo apellido. Aun así, los documentos notariales nos muestran que aún era necesario un tercer elemento, el mote, de carácter alegal, que servirá para individualizar a los diversos individuos, especialmente cuando el agua era y es un bien muy preciado. Sin embargo, además de servir los motes como diferenciadores, también se les reconoce un carácter socializador: todos deben pagar un peaje social, y precisamente de esta circunstancia nacen los diversos motes, algunos inicialmente neutros, otros cargados de ironía y que rezuman hechos o anécdotas, que no siempre son bien aceptados por los apodados; pero el tiempo lo cura todo.
La importancia de la apodonimia està en la gran cantidad de información lingüística, —pastenaga—, culinaria —Bolo de Mijo—, de la manera de vestir de nuestros antepasados —Armilla, el Sayo, el Llongo—; de las enfermedades —Maldeventre, l’Esgarrat o la Tifona—, de los trastornos psíquicos —l’Espiritada— y, en definitiva, de mil y un motivos que dejan ver las mil y una cara de la vida de nuestros antepasados.
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