Proponemos analizar la huerta histórica como un sistema vivo, autoorganizado desde sus orígenes en base a conocimientos acumulados desde la revolución del regadío, que adquirió su singularidad histórica (como otras grades huertas de la fachada oriental peninsular: el caso de Baix Llobregat, Castelló, Múrcia, etc.) debido a la continuidad de una lógica de supervivencia, de una racionalidad en la relación sociedad-naturaleza, así como un metabolismo equilibrado durante varios siglos entre la ciudad y la huerta. Esto dió como resultado una inteligencia territorial emergente, caracterizada por ser un proceso generado de “abajo hacia arriba” (en lugar de “arriba hacia abajo”), en el que la organización social de base cooperativa y autónoma es una de sus características fundamentales. Si la huerta ha sobrevivido durante 1000 años (aunque con un proceso en el que se han ido perdiendo algunos de sus valores), podemos pensar hoy, frente a la profunda crisis del modelo de desarrollo socio-económico territorial de las últimas décadas, que es en esa cualidad de autoorganización donde podría estar la clave para su recuperación en un proyecto de desarrollo sustentable.
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