LA ACEQUIA PINTADA, DIBUJADA Y FOTOGRAFIADA TIEMPO ACÁ

Reflejos en la Acequia de Moncada

En estos fotoemas (fusión de fotografía y poesía) muestro improntas que todos los días brotan del lecho de la acequia de Moncada.

La obra es el fruto de una ausencia, larga y honda, de un periplo por la vida que concluye donde comenzó: entre naranjos y acequias. Pero al retornar no quedaba nadie, nada de los felices tiempos pasados, ni siquiera el esplendor de la huerta pudo escapar a la vorágine destructora. Tan solo la señorial acequia de Moncada permanecía como un testigo mudo e impasible, un superviviente de aquellos paisajes perdidos.

Un día, triste, sentado junto a su orilla de cemento, los vi. ¡Eran idénticos! Los mismos reflejos que estallaban junto a nuestros juegos infantiles, los mismos que contemplaba solitario en la adolescencia y ante los que soñaba con futuros idílicos y amores veraces; eran los mismos de siempre, limpios, traviesos, intactos; brotando de las aguas como un desfile de estirpe luminosa y ondulada. El orgulloso tiempo era vencido por sus hijos más fugaces.

Recordé, nos recordamos, a pesar de las cicatrices vividas nos reconocimos en el acto. Los reflejos me mostraron un silencio esclarecedor, me ofrecieron su hombro afable en el que consolar las ausencias, fueron un libro abierto en el que leer mi propio existir. Yo, a cambio, retraté sus escurridizos rostros, inmortalicé su alma intermitente y me dejé llevar por su vértigo ante el instante inmediato.

De todo ello surgieron estas imágenes fijas y un diálogo por concluir.

Si después de contemplar las instantáneas consigo que el espectador mire de otra manera a la acequia de Moncada, que deje de verla no solamente como un canal de riego o de desagüe sino, además, como una construcción notable y bella que nos une con la tierra y el entorno, como un dador de vida que merece tanto respeto, cuidado y atención como un monumento histórico o un bien cultural, entonces habré conseguido el supremo fin de todo arte: restablecer la realidad.

La comarca de L´Horta Nord le debe mucho a su río de cemento y estos esbozos que tratan de integrar poesía y fotografia son un intento por comenzar a devolver a la entrañable acequia de Moncada todo lo que durante cientos de años nos sigue dando.

Por último, solo indicar que las imágenes no se han tratado digitalmente ni tienen ningún efecto añadido, únicamente se ha modificado el brillo y contraste.

 

Javier Rodríguez Ganuza

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