Desde la evidente huella ecológica más lejana, que puede observarse en las formas de las parcelas de cultivos, caminos, acequias, viejos núcleos urbanos, o incluso en los aparentemente más "naturales", como por ejemplo barrancos o marjales , todos estos elementos, de una forma más ostensible, o de una manera más leve, son resultado del impacto secular entre los grupos humanos y su entorno.
El medio natural de la huerta, al igual que el de otros rincones del Mediterráneo, siempre se ha caracterizado por su fragilidad y una amplia diversidad de micro-ambientes. Las distintas sociedades —ganaderas, agrícolas, o un mezcla de ambas— que han ocupado este gran solar a orillas del Turia, lo han diseñado y ordenado de manera gradual en función de sus necesidades, construyendo un amplio y diverso puzzle de micro-paisajes culturales donde se han adaptado la flora y fauna original. Paisajes que son el resultado de un conjunto de distintos actores y factores —rutas comerciales, tipos de cultivos, decisiones políticas, herramientas tecnológicas, formas de propiedad y usos de la tierra, explotación forestal, presión demográfica, etc.,— entrelazados en el tiempo. Queda claro, que el binomio agua domesticada-comunidades de regantes no ha sido el único fenómeno que se ha producido sobre el territorio, pero, si podríamos estar de acuerdo en que su huella conjunta, ha sido la más trascendental en la forma global de esta planicie litoral. Así, habría que considerar a los regantes y comuneros de la Real Acequia de Moncada como los verdaderos arquitectos de la esencia de una parte sustancial del conjunto de paisajes de l'Horta Nord, al menos, hasta el momento de la gran ruptura ambiental que se produjo a mitad del siglo XX, con el reemplazo del aprovechamiento solar indirecto a través de la fotosíntesis, que constituía la base energética de las economías orgánicas, por el aprovechamiento masivo de los combustibles fósiles del subsuelo. Medio siglo después de esta ruptura, la huella ecológica española está extralimitada y ocupa el puesto número 12 en Europa con 5,4 hectáreas globales por persona (cuando no debería sobrepasar 1,8 Ha por persona). El conjunto del territorio valenciano todavía tiene un comportamiento peor que la media española, pues para sostener el nivel de consumo de toda su población, son necesarios entre 5 a 6 territorios de la escala de la Comunidad Valenciana. Mientras que en el caso del área metropolitana de Valencia, su huella ecológica equivale a 65,9 veces su territorio.
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