La vega de Valencia —estructuralmente dependiente de la falla Burjassot-Xilxes—, se ha visto periódicamente sometida a las avenidas puntuales de estos paleocanales que, además, en momentos de máxima precipitación siempre han actuado también como emisarios de los dos principales colectores al norte de la comarca, el río Turia y el barranco de Carraixet.
Así mismo, históricamente, la intermitencia de estas revenidas ha actuado en nuestras tierras de una manera dual, provocando a los labradores beneficios o desgracias, en función de la intensidad y volumen de las aguas transportadas. Así, mientras que en muchas ocasiones las episódicas cargas de sedimentos y limos que transportaban estos colectores resultaban una fuente de beneficios inestimables para las tierras de cultivo; en otros momentos, la violencia de sus aguas, además de romper los cajeros de las acequias, y dejar intransitables los caminos, inundaba los campos y lavaba su cubierta, produciendo graves daños en la agricultura.
La Real Acequia de Montcada salva a lo largo de su recorrido varios barrancos que descienden de los relieves de poniente. Algunos presentan gran entidad, como el Carraixet, una rambla que drena la vertiente meridional de la sierra Calderona. Otros, más modestos, se originan en los collados miocenos o en los depósitos cuaternarios y con frecuencia se desvanecen en la vega. Las maneras como se ha resuelto el contacto entre la acequia y estos desagües naturales, también han ido variando y han estado condicionadas por la dificultad orográfica. En algunos casos ha habido que bordearlos, en otros cruzarlos por debajo del lecho, y en otros, simplemente se ha reconvertido el antiguo paleocanal en un brazal secundario, incorporándolo a su red de irrigación.
Hay que decir, también, sin embargo, que estos barrancos, con cauces que se prolongan formando zonas deprimidas y alargadas —donde aparece una mayor acumulación de humedad—, han sido un elemento central en la articulación del paisaje cultural de la comarca. Pues, al margen de su relación intrínseca con las redes de irrigación tradicional o la parcelación y construcción de los campos, las primeras comunidades humanas de este entorno ya se ocuparon de darles uso como importantes drenajes naturales y vías de comunicación, utilizándolos tanto para el tránsito de mercancías y personas, como importantes vías pecuarias para los rebaños.
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