Por espacio de siete siglos se crearon buena parte de los regadíos históricos existentes en la fachada oriental peninsular. Los diferentes grupos étnicos que se fueron incorporando a este territorio bañado por el Mediterraneo: egipcios, bereberes, yemeníes, etc., importaron las técnicas del uso del agua que les eran propias en sus lugares de origen y las adaptaron a las heterogeneas condiciones físicas de sus nuevos asentamientos. Ya que, como bien explica Glick, el despliegue de estos regadíos a la par que las "nuevas" prácticas agrícolas andalusies, se produjo en un contexto ambiental mediterraneo de distintas microregiones que ofrecieron a su vez una gran variedad de respuestas agrícolas.
De esta manera, surgieron una vasta diversidad de formas y aprovechamientos hidráulicos: como por ejemplo, los cultivos en terrazas regadas con el agua subterránea extraida mediante galerías, o las derivaciones de los grandes ríos alóctonos generadoras de las grandes huertas regadas. La articulación de estos espacios regados se extendió por todo el territorio, tanto en los espacios urbanos, como en las zonas rurales, lo que también se tradujo en una gran variedad de formas y tamaños.
A partir del siglo X d.C., la progresiva ocupación de los territorios islámicos (al-Ándalus) por las sucesivas oleadas feudales, con el subsiguiente cambio político, religioso, social y económico que supuso, afectó de distinta manera al conjunto de regadíos andalusies. En ocasiones, los nuevos pobladores cristianos, con modelos dietéticos bien distintos a los musulmanes, obviaron o marginaron el papel preponderante del regadío y este entró en decadencia hasta desaparecer. En otras situaciones, los nuevos colonos cristianos readaptaron los regadíos existentes a sus propias necesidades productivas y alimenticias, y nuevas exigencias socio-políticas, continuando la utilización de estas infraestructuras hidráulicas. Aunque en palabras del historiador Miquel Barceló, esto último, constituyó un uso no sistemático de las redes de irrigación islámica, no exento de contradicciones respecto al modelo social feudal que exigía la privatización del agua.
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