La adecuada implantación de un cultivo a un determinado medio se puede conseguir de dos formas, o bien utilizando, tras una selección varietal, variedades adaptadas a ese medio, o bien modificando las condiciones naturales del medio.
Del suelo se puede modificar su acidez o alcalinidad con el aporte de enmiendas, asi como su textura, como sucede en nuestro ámbito con la incorporación de arena. También pueden mejorarse sus contenidos en nutrientes con el aporte tradicional de materia orgánica, el barbecho, o en la historia más reciente, los abonos químicos de síntesis o derivados de hidrocarburos.
Las actuaciones sobre la temperatura solo han sido posibles en épocas contemporáneas con el recurso a los cultivos protegidos y el uso de combustibles fósiles.
La humedad necesaria para completar la aportada por las lluvias, solo es posible conseguirla con el recurso al riego, ya sea mediante aguas superficiales o subterráneas. Dentro de las formas de riego utilizadas más habitualmente en el Mediterraneo, podemos encontrarnos con el riego por inundación o riego a manta, o ya más modernamente con técnicas de riego por aspersión o localizado.
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